Como tú, millones de individuos, empresas sociales, organizaciones y gobiernos alrededor del mundo están inventando y trabajando en iniciativas o proyectos para mejorar la calidad de vida de las personas y construir un desarrollo más sustentable.
En términos generales, la sustentabilidad depende de qué tanto los modelos de desarrollo de las diferentes iniciativas o proyectos logren cumplir con estas tres pautas o características, porque su cumplimiento implica un balance entre lo social, lo ambiental, lo económico y lo cultural. Implica reconocer que, para lograr este balance, como comunidad global se debe atender a las necesidades y condiciones específicas de cada contexto, que obviamente son diferentes entre sí. Y, por lo mismo, implica que en el proceso de desarrollo global todos –ya sea como individuos, o bien, como individuos organizados con iniciativas o proyectos– podamos tener un qué decir.
El problema es que lograr esta participación equitativa es un reto enorme, porque la distribución de los recursos políticos, financieros y de conocimiento es muy desigual.
Las iniciativas de desarrollo suelen depender de financiamientos externos, que además de ser pocos, frecuentemente vienen acompañados de condiciones que limitan su capacidad para adaptar los proyectos a sus circunstancias específicas. A veces son términos de referencia preestablecidos, o presupuestos que favorecen a determinadas áreas del desarrollo pero descuidan otras, etc.
Además, comúnmente las iniciativas se tienen que adaptar a regulaciones o políticas externas que, aunque a veces comparten objetivos, no siempre son pertinentes a su situación particular.
En otras palabras, no todas las iniciativas y proyectos de desarrollo tienen la misma capacidad para decidir o negociar cómo responder a los problemas según las características y necesidades específicas de sus contextos. La participación no está siendo realmente equitativa y, por lo tanto, el desarrollo global tampoco está logrando ser integral y relevante para todos.
Por eso es muy importante que cada una de las iniciativas o proyectos de desarrollo fortalezca su capacidad de autosustentabilidad. Es decir: su capacidad para identificar los problemas que la afectan según su contexto específico, para decidir respecto a lo que le conviene y lo que no, y para negociar sus proyectos de desarrollo local en armonía con las necesidades de desarrollo sustentable de todo el mundo. Mayor autosustentabilidad es mayor autonomía, menos dependencia y, por ende, negociaciones más equitativas que permiten diseñar y construir modelos de desarrollo más sustentables.
Fortalecer la autosustentabilidad en las distintas iniciativas de desarrollo es una cuestión práctica, porque el democratizar el poder y ampliar y fortalecer la participación ayuda a construir intervenciones más integrales, relevantes para todos y con una participación más equitativa de los involucrados. Pero también es una cuestión de principios, pues todas las personas tienen derecho a ser tratadas con dignidad, a elegir la vida que quieren llevar, y a ser responsables de sus propias decisiones.
El reto es encontrar cómo construir esa autosustentabilidad. ¡Pero nosotros creemos que, de hecho, esa respuesta ya la están dando las iniciativas en sus prácticas! Personas y organizaciones, empresas y gobiernos en todo el mundo están inventando creativas y variadas soluciones para darle la vuelta al problema de la dependencia y lograr la sustentabilidad de sus iniciativas de desarrollo.
Este sitio te comparte la experiencia de varias de estas iniciativas y proyectos de desarrollo que hemos explorado en diferentes países para entender cómo lo están haciendo.
Algunas de las reflexiones y estrategias que encontrarás tienen que ver con el propósito, el enfoque y los principios que guían el diseño de las iniciativas de desarrollo, sus dinámicas de organización y la relación con sus beneficiarios. Otras, con la búsqueda y manejo de sus recursos materiales, humanos y capacidades técnicas.
¡Explora estas estrategias y ve cuáles podrían ser útiles para tu propio proyecto!